miércoles, 26 de septiembre de 2012

No más niños sólos en La Paz!


Han pasado ya 18 meses... estamos felices porque Diego está fenomenal, es increíble lo que son capaces de hacer muchos de los profesionales que trabajan en el Hospital de La Paz. Estamos más que agradecidos, su buen trabajo ha hecho posible que hoy podamos disfrutar con nuestro hijo y que él pueda seguir creciendo feliz...

Sin embargo, después de todo el tiempo que pasamos allí, aún tenemos alguna espinita clavada. Hemos pasado en aquel lugar también los peores días de nuestra vida. Y no sólo por la situación de Diego, sino también por toda esa cantidad de sufrimiento evitable, de dolor no necesario...

Algún día se conseguirá que en los hospitales no se enfoque únicamente a ese órgano con problemas, y que se mire la salud como algo más completo, a toda la persona, a todo su entorno.

Por ahora, nos conformaríamos con conseguir que se amplie el horario de visitas de las UCIs pediátricas de este hospital. En muchos otros hospitales esto ya es una realidad; en este mismo hospital hay una UCI (en neonatología) que ya permite a los padres acompañar a sus pequeños las 24 h del día.

Porque aunque ya hemos salido de allí, no se nos olvida que cada día muchos más niños pasan por estas unidades, añadiendo a su dolor físico el dolor emocional de sentirse solos, de no poder estar con sus padres, y que cada día muchos más padres sufren por no poder acompañar a sus hijos cuando más lo necesitan.

Por eso, hemos participado en un grupo que pretende cambiar esto, y ha puesto en marcha esta recogida de firmas. Si puedes, deja la tuya y ayudanos a difundirlo... gracias!!



viernes, 27 de julio de 2012

La operación de corazón

Después de varias semanas esperando, por fin tenemos día para la operación.

Unos días antes pasamos a la consulta del cirujano, para que nos explicara la operación. Bueno, la operación, los riesgos… cosas nada bonitas de escuchar, pero… y qué vas a hacer? Hay algunas posibilidades de que no supere la operación, de que se quede vivo pero “pallá”, de que le queden arritmias, de que haya que poner un marcapasos para toda la vida… y qué haces? No vas a decir, pues no se lo hagan, oiga… Está bien porque te informan de todo y sabes lo que hay, pero… tela el traguito, sales de la consulta con un cuerpo… Nos vino bien que unos días antes nuestros amigos asturianos nos contaran cómo lo habían vivido cuando la operación de su nena, y así, intentas escuchar como si fuera una grabación pensando… “esto se lo dicen a todos”. Ojalá no pase nada de esto, y si pasa, pues ya veremos qué hacemos… Y así… firmas. Barajaban la opción de hacer una operación paliativa para que aguantase unos meses y luego hacer la definitiva. Dos operaciones. Pero el tío se ha puesto en 6 kilos en mes y medio, y parece que vamos a por todas. Una sola operación, pero más riesgo. Los niños que operan de esto suelen ser más grandes, habrá que ver cómo lo afronta.

Tenemos la tranquilidad de estar en unas de las mejores manos, el equipo del doctor Villagrá, en la unidad de cirugía cardiaca infantil de La Paz. Por este motivo hemos venido aquí para el parto y llevamos aquí tanto tiempo. Es todo cuanto está en nuestra mano, ahora nos toca confiar en el trabajo de estos impresionantes mecánicos…

El día antes lo llevamos a poner una vía, primer contacto con el quirófano, a este niño hay que sedarlo para eso, que no se tiene que estresar… Un montón de familias en la sala de espera… no imaginas lo que están pasando hasta que luego te ves ahí sentada. Después de un rato largo, en el que no sabes lo que está pasando y seguramente no esté pasando nada y el niño está esperando en su cuna echándote de menos al otro lado de la puerta, por fin, sale con su manita vendada, y un primer tubo saliendo de ella, a ver cómo hacemos hoy con la teta, el fular y los cables, que ya son 3 (de la nariz, del pie y ahora de la mano, pero este ya con aguja).

Increíblemente la noche no es mala. Tiene que ayunar unas horas, nada de tetas desde las 3 así que la tarde anterior vuelvo a reencontrarme con el sacaleches para preparar una toma grande como me recomiendan (y para qué les haría yo caso…). Pasa de ella. Pasa de biberones. Javi pasa la noche en vela con él porque si le cojo yo me pide la teta. Duerme más de lo que esperábamos. Tratamos de recoger todo (otra vez nos mudamos a casa) en silencio para que no se despierte, hasta que llega la auxiliar para prepararlo. Lo baña, le pone un pijama para niño de 7 años, y así nos quedamos a la espera de que vengan a recogerlo…

A las 8 como habían dicho, llegan los celadores para llevárselo, le acompañamos hasta la puerta de quirófanos. Su cara, toda una lección, se me clava en el alma. “Mamá, me dice con esa mirada, estate tranquila, yo lo estoy… como sabes, soy un campeón”. No sabe una qué hacer, le damos un beso separando los barrotes, adiós mi amor… y de repente te das cuenta de que ya no está ahí, que ya lo han metido para dentro, y que vas a pasar unos cuantos días (más de los previstos) sin ver a esa personita de la que necesitarías no separarte ni un segundo. Y ya no depende de nosotros, está en sus manos… ojalá todo salga bien, seguro que sí… Me agarro a Javi, me tiemblan las piernas, no puedo parar de llorar….

Nos vamos a casa, nos han dicho que hasta medio día no saldrán a decir nada. Yo no quiero estar allí esperando, se me haría eterno. En casa es todo raro, pero el tiempo pasa más deprisa. Mi madre se queda conmigo y entre comer, dormir algo, sacaleches cada 3 horas, recoger todas las bolsas… paso el rato. A medio día voy para el hospital otra vez con ella. Javi nos cuenta que no hay novedades, el cirujano debe estar a punto de salir. En la sala de espera hay otras familias esperando… cada una con su drama particular.

Por fin: entramos a una salita que hay en la Unidad de Reanimación Pediátrica en la que iba a estar este tiempo. La operación HA SALIDO BIEN. Bien!!! Un escalofrío me recorre el cuerpo… Ahora, hay que esperar 72 horas de mucho riesgo para descartar grandes complicaciones y luego dejar que evolucione. Podemos pasar a verlo. Aún no está hinchado, así que no me llevo mala impresión. Está tapadito con una sábana, no veo más. Por la tarde ya nos podemos incorporar al ritmo de visitas de la unidad: una hora y media por la mañana y otra hora y media por la tarde. Al día. Nada más. Me muero. Ah, no, no puedo, luego tengo que estar bien para cuando salga de aquí…

Nos vamos a casa con el subidón del momento, la operación ha salido bien, era un hito importante, no nos damos cuenta de que ahora empieza el verdadero infierno…

A la mañana siguiente no puedo con mi alma, así que va Javi sólo. Cuando vuelve me cuenta el parte: ha habido complicaciones…el corazón ha fallado por la noche, está muy hinchado y le han fallado el hígado y el riñón entre otros… Hasta mucho tiempo después no he sabido lo mal que estuvo y lo acojonados que estuvieron los médicos. Yo sólo escuché “pero por lo visto es relativamente normal que pase esto, tienen esperanza” y no oí más.

Por la tarde, mi primera visita, me muero de ganas de entrar. Llegamos un rato antes de la hora, abren un rato después de la hora. Para irnos conociendo… raro fue el día que abrieron puntuales el cerrojo aquel, sabiendo lo que llevan dentro todos esos padres y madres que esperan tras él, lo que están sufriendo, lo que les necesitan esos niños que están en las camas… no… no lo sabrán si no lo viven.

Pasamos de uno en uno, lavándonos las manos al entrar… nunca los segundos pasaron tan despacio. Según avanza la cola veo a mi niño al fondo, tumbado, dormido, hinchado, lleno de tubos… quiero correr pero tengo que esperar mi turno. Cuando llego casi no le conozco. En pocas horas se ha hinchado como un globo. El riñón no está filtrando bien y está lleno de líquido. La pomada que le han puesto en los ojos le hace tener un aspecto como de cadáver. El impacto es terrible. Mi niño… mi bebé… Miro alrededor suyo: tres torres de medicación, no sé cuántas drogas en total: antibióticos, sedantes variados, diuréticos,… lo destapamos, y una gran venda le cubre la cicatriz en el pecho. Cuento 20 cables que le salen del cuerpo entre vías en el cuello, en las manos y en los pies, el tubo del respirador, una sonda por la nariz, otra por el pito, otro cable con un termómetro por el culo, los hilos del marcapasos, los cables del electro, una pegatina en la frente con más cables para detectar problemas en la actividad cerebral… La cara del médico que nos viene a dar el parte es un poema. Ha debido pasarlo mal en las primeras horas. Nos dice que tienen esperanza, pero se nos queda un nudo en la garganta. El riñón está fallando, el hígado también. No sé ni qué hacer. Solo puedo mirarle y llorar. Intento cantarle algo pero no me sale la voz… Viene uno y me dice que como está no se entera de nada, viene otro y me dice que le cante y le coja la mano, que me va a sentir. Prefiero creer a éste.

En la visita de la mañana siguiente nos lo encontramos tapado con un plástico, parece un astronauta. Nos informan que es un circuito de aire para bajarle la temperatura. Para que el corazón trabaje menos. Para que el cerebro no sufra, para evitar lesiones… Lo han dejado a 34ºC. Cada vez que viene el médico a dar el parte dejo que Javi se entere bien, yo lo oigo como a lo lejos, y miro la cara de Javi. Así sé si las noticias son buenas o malas. Las cosas están complicadas, pero hay esperanza y yo me quedo con eso. La hora y media pasa rápido, y a la salida sí que son puntuales para echarnos.

Nos vamos a casa, las tetas a reventar, me saqué la leche justo antes de salir, pero ya otra vez lo necesito, no es fácil cuadrar las tres horas entre viajes y visitas. Algunos días el dolor es horroroso. Algunos días lo hago en el hospital porque no me da tiempo a llegar a casa. Algunos días tuve que perder un rato de la visita y salirme antes de la hora porque no aguantaba más. Así de flexibles son los horarios en esta unidad. Cuando el dolor se hace terrible, llamo a  Marta y Cielo que sin dudarlo un momento cruzan Madrid y acuden en mi rescate con sus pequeños. Ponerlos al pecho me alivia y me deshace todas las bolas que el sacaleches no quita... y así puedo aguantar unos días más hasta la próxima vez.

Así que de vuelta a casa, sacaleches, comida, dormir un ratito, volver a sacar leche y otra vez para el hospital. “El Mesías” de Haendel no paró de sonar en el coche a todo trapo en cada viaje. Otra vez una hora y media que dura 10 minutos, y otra vez a casa. Así todos los días.

Las malas noticias duran una larga semana en vez de 72 horas. Hasta una semana después no escucho lo que llevaba días esperando. Parece que el riesgo ha pasado. Madre mía… se ha hecho esperar… Ahora ya, no son los médicos los que van dirigiendo su evolución, probando cosas, probando medicación y viendo cómo reacciona. Ahora ya es él el que va evolucionando y los médicos detrás haciendo cambios. Parece que hoy mea mejor, le bajamos de aquí, le subimos de allí… Las drogas fuertes van bajando de dosis, me sé todos los números de cada jeringa y miro los cambios nada más llegar. Hoy tiene un tubo menos, parece que le han quitado un antibiótico… Esto que le han puesto hoy es metadona, porque después de tantos días con drogas tan fuertes está muy alterado. Mi pequeño… Me parece increíble lo fuerte que es, las ganas de vivir que tiene, la lección que nos está dando Diego. Y me parece increíble las virguerías que hacen los cirujanos, abrir el corazón, conectarlo a una máquina para que el cuerpo siga recibiendo sangre, poner un parche aquí, tapar un agujerito, hacer un cosido por aquí, otro por allá… y volver a cerrar, y que funcione… aún me cuesta creer que sea posible…

Los días pasan despacio. Son los días peores de mi vida. En parte por la angustia de tener a tu hijo en una situación así. Pero una vez más, una gran parte del sufrimiento es, a mi juicio, evitable. Evitable si se comprendiera que una cardiopatía no es sólo el corazón del niño. Es también su vida entera, su vínculo, su madre, su padre, su familia… los días que pasan para él, solo, en una cama mirando el techo, rodeado de extraños, sin apenas contacto físico más que para manipulaciones, mamá no está… y también por otro lado los padres, sufriendo esos brazos vacíos, esa necesidad de estar cerca, esa casa vacía, esos miles de viajes, el cansancio… todo eso no existe en la unidad. Sólo un corazón que tiene que coger un ritmo. La impotencia es brutal. Los padres son “ese coñazo de rato que hay que dejarles pasar y no podemos estar tranquilos”. Así me sentí durante todo ese tiempo. Tú no importas. Vuestro vínculo, vuestra lactancia, aquí nos importa un carajo. Déjate ya de caprichitos, aquí hay unas normas (por más que la misma unidad en neonatología en este hospital es de acceso 24 h para los padres y mi niño tiene un mes y medio, o sea como los bebes que están en neonatología). Si tienes que pasarte así tres semanas, viendo a tu hijo 3 horas, mala suerte. “Tú lo que tienes que hacer es dejar de llorar e irte de compras y quemar la tarjeta” llegué a escuchar, no me lo podía creer. La mayoría de los días me voy de allí llorando, colgándome del brazo de la enfermera de turno diciendo, “no le dejes llorar, por favor… si llora cógelo… por favor, por favor…”. Algunos días me quedo en casa y me salto la visita porque sigue dormido y es tan grande el dolor al dejarlo allí que no puedo. Creo que no aguanto más, voy a derrumbarme… Es inhumano tener que dejarlo allí y no poder estar con él. Conforme va estando más despierto, no soporto alejarme de la cama.

Hablo con enfermeras, médicos, cirujanos, atención al paciente, defensor del pueblo… nadie recoge nuestro sufrimiento. Sólo pido pasar un rato más largo, al lado de la cama hay sitio, no voy a decir nada, estaré callada, solo cogiéndole la mano, no me quiero ir… SON LAS NORMAS, Es la respuesta. Bueno antes las normas eran media hora al día, podemos seguir avanzando en humanizar esto, no? Nada que hacer, impotencia total. Sólo quiero que lo saquen de allí cuanto antes. Trato de informarme sobre un traslado al 12 de octubre donde podría estar con él todo el rato pero me asustan con los riesgos del traslado. No puedo más… Os odio… La sensación de impotencia es horrible, la sensación de que les da igual, que les importas un bledo, para ellos es el día a día, ellos no tienen allí ingresado a su hijo de un mes. Sólo alguna enfermera que ha vivido alguna historia parecida es capaz de mirarnos con pena… ojalá se pudiera hacer algo, pero no puedo hacer nada… (que traducido viene a ser: …ojalá pudiera ayudaros pero me juego el contrato…). La supervisora de enfermeras de la unidad, Maite, falsa y fría como un témpano, se pasea de vez en cuando por nuestro lado a dorarnos la píldora. Ya desde el principio nos ha etiquetado de preguntones y tocapelotas. Lo de siempre, cuando los padres preguntan por cada cosa que se hace a su hijo, molestan. Ya están éstos queriendo saber más de la cuenta…

En una de las visitas, entran con una niña nueva en la unidad, llorando a moco tendido. La enfermera, una de esas carcamales con el puesto fijo la manda callar, si sigues llorando no vamos a dejar entrar a tu mamá, estate quieta, si te mueves te voy a tener que pinchar más veces,… el llanto de la niña me taladra los oídos… después de un rato largo de tortura no puedo más, llorando, me doy la vuelta y les digo: por favor, no podéis calmarla con un poco de cariño? No veis que lo está pasando mal? No podéis dejar que entre su madre 5 minutos a calmarla, que está fuera? Mi intervención terminó de encabronar a la enfermera: mira, por estos comentarios no debería dejarse pasar a los padres en todo el día! Así no se puede trabajar! Vamos… claro como el agua… el motivo de las restricciones horarias… aunque vendan que no hay sitio, que si los riesgos, que si el espacio… es más cómodo para ellos no estar delante de los padres y poder trabajar “tranquilos”. Si son capaces de esto con otros padres delante… cómo tratarán a los niños cuando estén solos? Al fin y al cabo los niños son pequeños y no van a contar lo que han visto. No es esto maltrato?

Otro día, un niño llorando a todo trapo, la enfermera que estaba dedicada sólo a él, estaba leyendo una revista. Después de mucho rato mirando le digo, no lo oyes? Si, ya, no te preocupes, si no le pasa nada, solo quiere que venga su madre…, me suelta sin inmutarse… No es esto maltrato?

Le digo a la supervisora que quiero llevar unos pañales ecológicos para que le pongan a Diego, en vez de los que ponen allí, me dice que no, pero que si quiero puedo llevarle un peluche o un juguetito o algo. ¿¿?¿?¿???. Bueno, mi niño como ves tiene un mes y medio, no tiene juguetitos, pero querría traer sus pañales ecológicos, si no te importa, para no ponerle estos pañales de plástico tan malos que además le irritan la piel, supongo que no habrá problema. Ah, no, que al final acabáis queriendo traer toda la habitación. Toma. Y además pueden estar contaminados, me dice, polvo y yo qué sé. Costó una buena llantina y dejar en evidencia que más polvo tendría el peluche y que no era más que una cabezonada suya, para conseguir que nos dejaran llevarlos. Una vez más, el caso es facilitar tu estancia, echarte una manita en una dura situación, hacerte sentir a gusto… qué pena…

Tres semanas, tres… nos pasamos así. Poco a poco Diego fue mejorando. Entre medias varios sustos, unas arritmias que revolvieron la unidad de arriba abajo y que amenazaban con un marcapasos de por vida si decidían quedarse pero que a los dos días se marcharon… un retraso de varios días más por un punto de la cicatriz infectado que tuvo como consecuencia tener que volver a abrir toda la herida y hacer una re-costura de esternón y piel, y que nos dejó el esternón levantado para toda la vida… Pero bueno, aunque largos, terminaron por pasar y un día, por fin, nos fuimos a planta. Ya sólo quedaban 10 días para irnos a casa.

Salimos de la REA a la planta llevándonos la sonda en la nariz para comer, una vía en el cuello y un par de drenajes de sangre del tórax por lo de la última intervención. Pero bueno, esto ya es pan comido. Otra vez volvemos a vivir a la planta, pero en otra unidad. Aquí compartimos habitación y el acompañante sólo tiene un sillón malamente-reclinable para dormir. Y sólo se puede quedar uno. La supervisora de la REA ya se ha encargado de hablar con la supervisora de enfermeras de la planta para prevenirla de nuestros caprichos y predisponerla para mandarnos al carajo a la primera pregunta. Tal para cual, qué majas las dos, la Maite y la Araceli… Ojalá no tengan ellas que pasar nada parecido… Los diez días que pasamos allí fueron infernales de cansancio, pero la esperanza de que quedaba poco para salir de allí era más fuerte. Además en esta planta, salvo el cardo de la supervisora, todas las enfermeras fueron muy agradables y la empatía fluía un poco mejor.

Desde el primer día Diego comía fatal porque no quería saber nada del biberón, y además yo seguía con el sacaleches, con lo que después de insistir bastante en que queríamos volver a la teta cuanto antes, el cirujano dió orden de quitar la sonda y pasar a teta-solo directamente, avisándonos del riesgo de que no comiera y de que hubiera que volver a colocar la sonda, pero nuestro Diego se agarró como una lapa a su teta y ahí sigue enganchado hoy, 14 meses después…

Poco a poco fue mejorando, y los cables fueron desapareciendo. Y así, casi 3 meses después de nacer, llegó un día en que nos fuimos a casa… Se acabó la pesadilla…

No nos lo podíamos creer cuando nos estábamos montando en el coche, llorando de la emoción y con Diego flipando mirando por la ventanilla… Esto es el mundo, Diego, no eso que has visto hasta ahora, ya verás, te va a encantar… Y efectivamente… así es… Hoy está bien, encantado de la vida, mirándolo todo aún sin parar, sin dejar de reparar en un solo detalle.

Seguimos yendo a revisión de tiempo en tiempo pero él hace vida normal, está feliz y nosotros también. Ahora vivimos en el campo, pasamos todo el día en la calle, jugando con el agua y correteando de aquí para allá, debajo de la Maliciosa que nos cuida y preparando la llegada de una hermanita. Aquellos días quedan cada vez más lejos, aunque podemos decir que hemos aprendido mucho de aquello, que ya no somos los mismos. Esta experiencia nos ha marcado para toda la vida, pero si así ha sido, es que así tenía que ser…

Por fin, también, he terminado de escribir y sacar todo lo que hemos vivido. Me ha servido mucho hacerlo, y confío en que también pueda servir a otras personas que tengan que enfrentarse a algo parecido, a mí me hubiera ayudado en su momento y no lo encontré... Gracias a todos los que nos habéis acompañado y apoyado en este camino difícil… 

.

lunes, 28 de mayo de 2012

Esperando la operación


Vivimos así tres largas semanas en la planta de neonatología en el día de la marmota :



Levantarse en casa a las 6, una hora de sacaleches, ducha y desayuno contrarreloj, corriendo al hospital a ver a mi niño, darle la toma de las 9, contemplarle dormido en la cuna hasta la de las 12 mientras me dicen que me salga de la habitación porque van a estar pasando médicos, sabiendo que lo despiertan para auscultarle o lo que sea, que si llora le ponen un chupete y una gota de sacarosa para calmarlo porque no lo pueden coger en brazos, unas porque no dan abasto y otras porque no les da la gana. Si digo que no me salgo de la habitación, entonces tengo que aguantar comentarios, caras, culpas, que me llamen rebelde, que tengo que pensar que mi niño es un cardiópata y está ahí donde mejor (yo ya empiezo a dudarlo), a las 12 otra toma, dejarlo dormidito y con el alma en un puño irme a casa corriendo para comer, volver a sacar leche y dormir una horita para poder seguir en pie por la tarde. Y corriendo de vuelta para estar con él por la tarde, ya sin médicos pero igual de agobiante, 20 personas en una habitación de 30 metros cuadrados con paredes de cristal. A veces llego y está tranquilo y entonces yo empiezo la tarde bien. Si veo que ha llorado, me vengo abajo y me pongo a llorar, y entonces a aguantar que me sermoneen con que tengo que descansar más, que esto no ha hecho más que empezar, que así no puedo estar... Así le doy otro par de tomas por la tarde (no sé ni cómo hemos podido instaurar la lactancia en estas condiciones), y vuelta a casa sin perder un minuto para cenar, volver a sacar leche y dormir 5 horas hasta el día siguiente, que vuelvo agobiada con que le han dado 3 biberones por la noche, solo uno de mi leche porque no tengo más, el niño con el bibe se agobia, lo pasa mal, sé que llora... cada vez le veo con menos fuerzas, y todos me dicen que es por su cardiopatía, pero yo siento que es de tanto estrés...

Las chicas de EPEN me animan cada día al llegar a casa, es un soplo de aire fresco ver cada día un montón de correos de ánimo, de no estás loca, de cada vez queda menos, de los locos son ellos, de ofrecimientos de ayuda, de palabras cariñosas… Un día alguna me sugiere salir de allí… No lo había pensado! Es posible? Ese mismo día le pregunto al médico y nos dice que va a intentar gestionar un traslado a la planta de pediatría. No me lo puedo ni creer... Varios días más tarde se hace realidad… Una habitación para nosotros solos!! Una cuna, una cama, un baño… una puerta que cerrar, paredes opacas, unas torres por la ventana, enfermeras amables, y cambio de médico! un médico de lujo… Dr Albajara, gracias por hacernos estos días más fáciles…

Por fin podemos instaurar la lactancia materna exclusiva y a demanda. Se acabó el sacaleches, al menos por una temporada… Nuestro pediatra comprende por fin nuestra situación y nos receta: teta, salir a dar paseos, y que nos dejen en paz. No tomar la tensión 3 veces al día, no poner el termómetro 3 veces al día, no despertar a Diego si está dormido, no darle tranquilizantes, solo dejarle tranquilo con su madre… el niño debe esperar su operación tranquilito, con el mínimo estrés posible. Por fin un médico con cabeza! El tiempo allí es mucho más fácil, dentro de lo que es vivir en una habitación de 12 m2, con el niño en una cuna de barrotes y varios cables que le atan a la pared y solo nos dan un par de metros de movimiento, pero al fin estamos solos…

Después de unos días vamos conociendo al personal y cogiéndonos cariño pues las rotaciones no son tan exageradas, a menudo repetimos de enfermeras y auxiliares, el trato es otro, mucho más cercano. Incluso los médicos trabajan de otra manera. Y el supervisor de enfermería también es una persona cercana. Menudo cambio…

En la planta se respira mucho menos estrés, aunque hay aún algunas normas absurdas como no poder abrir la cama por el día… (y cuándo descanso yo, oiga?, y si me duele la episiotomía no me puedo tumbar? Y si no he dormido nada por la noche?....) o que solo se puede quedar un familiar por las noches… Por suerte y gracias a la colaboración del personal de la planta pudimos hacer excepciones, y eso nos permitió vivir este mes más tranquilos, recuperarnos del estrés de la neonatología y prepararnos para lo que vendría después, que también sería duro… Pudimos dormir allí los dos, yo en la cama, Javi en el sillón. Él descansaba por el día y luego, por la noche, se quedaba atento. Dormía a Diego, estaba pendiente de los pitidos de la máquina, y cuando el niño quería comer me despertaba, yo le ponía la teta y al acabar se lo volvía a dar para que lo durmiera. Así fue como yo pude descansar un poco en esos días… Las palabras se quedan cortas, Javi, para agracecerte todo el apoyo, todo el esfuerzo, eres el mejor padre del mundo, y la mejor pareja...

Y gracias a eso la lactancia pudo ir para delante… Diego se adaptó perfectamente a la nueva situación, se pudo relajar, y se puso a engordar… casi 6 kg en un mes y medio solo con la teta y metidos en un hospital!... Tengo que decir que esto fue posible gracias a nuestra fuerza y determinación, pero no lo  hubiera sido  sin la ayuda de algunas personas… Maricruz, Susana, es impresionante vuestra labor dentro del hospital, el mérito de luchar contracorriente, poquito a poquito hasta conseguir que todo vaya cambiando y la lactancia pueda por fin ocupar su sitio, bien alto, y más en un hospital así donde los niños lo necesitan tanto… gracias por vuestro trabajo. Ana D, no te imaginas la fuerza que me dio tu visita aquel día… con Erik en tu tripa, tanto cariño, tantos ánimos sin habernos visto la cara antes, tanta empatía… me sacaste de un agujero, un bajón que de otra manera no sé si habría remontado. Vi en tu cara la cara de todas las chicas de EPEN ofreciéndome ayuda, ofreciéndome de su leche, no tengo palabras para agradecéroslo… Mamá, Mariluz, Manuel, qué hubiera sido de nuestra lactancia si no fuera también por toda esa rica comida casera que nos llevabais cada día, hecha con amor, comidas de dos platos y postre, cenas riquísimas a la carta, a veces incluso con poemas incluidos en el menú… Hay un poquito de todos vosotros en esto… Quiero que sepáis que hoy Diego tiene 14 meses y sigue tomando teta. Gracias a todas por vuestro empuje y vuestra ayuda…

Fue un tiempo duro, pero fue un tiempo de recuperación, de relajarnos para enfrentar una operación que si nos pilla tres semanas antes nos hubiera hundido bien al fondo. De poder recibir visitas, de mil mensajes de ánimo al teléfono y al correo, toda la familia y los amigos volcados en enviar sus mejores energías… así estuvimos hasta que Diego tuvo un mes y medio.

Un día, por fin el médico nos dijo: ya tenemos día para la operación, será el lunes que viene.

martes, 17 de abril de 2012

Tres largas semanas en neonatología


Esto es lo que vivimos tras el parto que se puede leer aquí...

Después de una hora que se me hizo eterna, vinieron a buscarme. Mi niño estaba ya en la rea-trans, así lo llaman, al lugar donde los bebés están en incubadoras las primeras horas para su observación antes de pasar a los box de neonatología. Gracias a Ana pude pasar por allí 15 minutos antes de subir a la habitación, en una silla de ruedas. El impacto de verlo dentro de aquella caja de cristal fue terrible. Aún andaba con los ojillos abiertos, ese ratito de después de nacer, luego ya los cierran… pues él con sus ojillos no vio a nadie, o vio a mucha gente (o las dos cosas)…menos a mí. En aquel ratito pude sacarlo 5 minutillos y mi hermana me ayudó a colocármelo en el pecho, para lo cual hice de tripas corazón. Tenía tantísimas ganas de cogerlo y abrazarlo y besarlo y ponerlo al pecho, y por otro lado, me daba tanta rabia que tuviera que ser en aquellas circunstancias… teniendo que pedir permiso, al lado de una incubadora, 5 minutos, en una silla de ruedas con las piernas dormidas, después de un paseo en camisón por los pasillos viejos y fríos del hospital, bajo la mirada extrañada del personal del box, llorando, ya le habían dado algún biberón (vamos, casi lo mismo que había estado preparando tanto tiempo)… lo cogí, y mi pequeño empezó a chupar…
Aún tengo grabado el impacto de aquella sala en la que había 2 enfermeras y 8 cunas de cristal, con 8 bebés solitos… algunos llorando, braceando, otros dormidos cansados de hacerlo… la imagen de mi bebé chupándose el puño aún me hace llorar muchos meses después.

Se acabó el tiempo, allí no se puede estar, ya nos hemos colado demasiado rato… me suben a la habitación. Por primera vez veo desde el cristal las grandes torres que nos vigilarán hasta dentro de 3 meses. Tumbada en la cama, me dicen que tengo que esperar para levantarme, pero yo ya quiero bajar otra vez. Mi chiquitín está en la planta 3, yo en la 12. Me levanto al baño, me mareo, aún es pronto, pero a mí me falta mi niño en la tripa y en los brazos. Estoy agotada. Me consiguen una silla de ruedas y bajamos otra vez, cara rara porque allí no es lugar para visitas. Puedo estar con él otro ratito, pero estoy agotada, así que vuelta para arriba. Me traen esa rica cena de hospital, menos mal que mi madre me ha preparado la versión casera…

Ya no lo veo más hoy, necesito descansar esta noche, y a empezar a pelearme con el sacaleches. Estoy un poco perdida con el tema pero sé que tengo que empezar ya a estimularme las tetas para que pueda subir la leche. El momento “enchufada a una máquina colgada de las tetas, en una silla mirando a la pared” es horroroso. Las enfermeras me ayudan. Al menos en la maternidad saben de qué va la lactancia materna.

Llevo una paliza en el cuerpo que no me aclaro. No me duermo del dolor de todo que tengo, así que a mi pesar, me tomo el valium que me ofrecen y caigo roque. Por la mañana, todo es extraño, tardo en entender qué ha pasado. El tiempo es raro, allí en la planta pasa rápido y casi que ni me entero, pero mi bebé está solo abajo, y cada 3 horas le enchufan un biberón y no me van a esperar (ni a consultar, por cierto…) así que paso del desayuno y nos vamos para abajo. Al llegar a la sala esa, no está, se lo han llevado a otro box.

Con un nudo en la garganta entro en la nueva habitación, miro todas las incubadoras hasta que encuentro a mi niño, ahí está, solito, envuelto en toallas… al final te acostumbras a verlo, pero es realmente desolador el panorama en este lugar. Una habitación con 5 cunas, a través de las paredes de cristal se ven otras habitaciones iguales, cada cuna con un sillón de sky al lado con una madre compungida y dolorida. A veces el padre también en una silla en el mismo metro cuadrado. Grandes comodidades, y se jactan de decir que está abierto 24 horas, que puedes estar 24 horas con tu hijo… Mi episiotomía y ese sillón nunca se hicieron amigos.
 
Nos informan, nuestro niño está bien, le han hecho no sé cuántas pruebas, radiografías, analíticas, ecografías, yo-que-sé-prefiero-ni-pensarlo… tiene una cardiopatía aislada, nada más. La cardiopatía, no requiere nada por ahora, sólo observación. Ellos lo llaman así, “observación”, yo lo llamaría “separación”. Un cablecito le sale de un pie, pegado con esparadrapo y una lucecita roja como E.T, que mide la saturación de oxígeno en la sangre y parece que está bien.

En ese momento nos hablaban de “unos días”. No sabíamos que íbamos a vivir en aquel lugar tres semanas… Ese ambiente, ese olor, esas caras… no se me olvidarán nunca… creo que he pasado allí las tres peores semanas de mi vida. A mí ya me han dado el alta, así que empieza el ir y venir...

Hemos conocido allí a muchas personas, médicos, padres, bebés, y enfermeras… muchas enfermeras. Unas doscientas enfermeras y auxiliares rotan por los distintos box en los distintos turnos y días… al nuestro vienen cada día 6, algunas veces repiten, la mayoría no. Así que cada día tres veces la angustia de ver quién viene, quien quedará al cuidado de mi hijo cuando yo no esté. Hoy viene Irene, mi segovianita (o Laurita, o Domi, o Lola… contaditas…) uf, suspiro de alivio, hoy dormiré tranquila… mi niño estará bien atendido… lo cogerá si llora, lo acunará, lo tratará con cariño, procurará no darle glucosa para callarle, lo llamará con cariño, tendrá cuidado con los ruidos y las luces… Mierda, mira quién viene hoy (y no puedo nombrarlas porque hay taaaantas)… no me quiero ir, me quiero quedar con mi niño… sé que si esta noche llora no lo van a coger… lo van a envolver en toallas apretadas para que se calle, le darán una jeringa con glucosa, y le pondrán un chupete que tendrán que sujetar con otra toalla por delante para que no lo escupa… hoy no voy a poder dormir y mañana estaré aún más cansada y más nerviosa…

“Mami, cógelo así”, “mami, cógelo asá”, “mami, porqué no lo dejas mejor en la cuna que descansará mejor?” (mejor que en mis brazos??), “mami, no te agobies con los pitidos de las máquinas, para eso estamos nosotras” (ya, si no me agobio, solo pregunto si no se podría poner la máquina un poco más separada de sus oídos o bajar el volumen), “mami, ve despertándolo que hay que darle el biberón” (pero si está profundamente dormido!!! Ya, es que son ya las 3 y hay que dárselo ya), “mami, id saliendo que van a pasar los médicos” (bueno, que pasen que a mí no me molestan. Vayan saliendo), “mami, no lo acaricies mientras duerme que así no descansa” (que no lo acaricie????????), “buenos días mami, tu peque está bien, sólo ha llorado 5 minutitos que estábamos con otro niño” (5 minutitos???? Si está hipando como si llevara dos horas llorando desesperado! Si está apretao entre toallas que no puede ni moverse! Si estoy viendo aquí la jeringa vacía de glucosa que le acabais de endiñar!!), “mami, estate tranquila que cuando lloran los cogemos” (tranquila? Si ayer estuve dos horas oyendo llorar al pobre Samuel en la cuna de al lado mientras la enfermera leía una revista!!, es que al mío lo van a coger y a ese le dejan llorar??), “mami, no te pongas nerviosa, porqué no te vas a casa a descansar?” (nerviosa? No será que me estás haciendo la vida imposible? Me quieres dejar en paz y ya verás cómo estoy tan tranquila con mi niño?). Por cierto, odio que me llamen “mami”. Porqué si yo a cada una les pregunto su nombre y me lo aprendo y son tropemil, ellas no pueden aprenderse el mío?

Mi pequeño está bien, sólo está en observación, pero está bien. Tendrán que operarle pero mientras tanto es un niño normal. Porqué entonces tengo que pedir permiso para cogerlo? Porqué tengo que pelearme con más de una para ser yo quien lo bañe por la mañana? Porqué tengo que aguantar malas caras si decido ponerle mis pañales ecológicos que compré hace meses en vez de la mierda plastiquera que les ponen allí? Porqué me tengo que salir cuando pasa el médico si lo único que hace es auscultarle y además mi hijo tiene derecho a estar acompañado en todo momento? Porqué nadie me ayuda cuando al segundo día de estar allí voy con las tetas a reventar en plena subida y me dicen que no le ponga al pecho en ese momento que no es la hora?

Volver a casa cada noche con los brazos vacíos, conectarme al sacaleches toda dolorida y muerta de sueño varias veces por la noche (y mintiendo sobre esto porque “lo que tienes que hacer es descansar”), todo el día a la carrera de casa al hospital, del hospital al coche, bajarme del coche corriendo mientras el padre aparca para subir corriendo las escaleras con un nudo en la garganta a ver cómo me lo encuentro hoy, a ver si no está llorando, a ver cómo ha pasado la noche, a ver si llego a darle la teta antes de que le hayan dado el biberón, encontrarme con “ahora no puedes pasar, espera fuera” y tener que esperar fuera media hora con las tetas a reventar y el madrugón que me he pegado porque están pinchando a otro niño y el mío está llorando, pasar horas y horas con la episiotomía abierta sentada en un sillón de plástico…. Lo recuerdo como la peor experiencia de mi vida. En parte por lo duro, pero sobre todo, por la gran cantidad de angustia, de dolor, de desesperación, de frustración, de incomprensión EVITABLES… Por la frialdad con la que te dice alguna “mami, tienes que esperar fuera” mientras oyes a tu hijo llorar a un metro al otro lado de la puerta. Por la prepotencia de muchos, por la inferioridad con que te tratan si intentas protestar por algo, que “aquí hay muy buenos profesionales y tú estás muy sensible”.

Aún me pregunto cómo en medio de todo aquello pudimos sacar adelante la lactancia. Hoy, 13 meses después, seguimos con ella... todo aquel esfuerzo mereció la pena...

Querido Doctor Hernández (usted es de esas personas que no tiene nombre, sólo apellido y siempre de usted, marcando las posiciones... nuestro caso le fue asignado a nuestro pesar, a su pesar)... No es usted consciente del daño que hace a cada familia con la que trata con esa prepotencia y esa soberbia. No es usted consciente del daño que hace a cada niño y a cada madre con los que trata, con su absoluto desconocimiento sobre lactancia materna y sobre las necesidades de contacto y piel con piel de un bebé recién nacido y más aún de los chiquitines que por desgracia tienen que pasar un tiempo en neonatología. Desconozco su capacidad y sus habilidades en cuanto a otros temas, pero tiene usted un suspenso terrible en empatía, en sensibilidad, en necesidades de los bebés y de las madres, en lactancia materna, que entiendo yo que también deberían formar parte de la neonatología. Sé que fui su pesadilla durante aquel tiempo, usted fue la mía. No está usted acostumbrado a que le pregunten el porqué de cada cosa que prescribe, a que le digan que prefiero otra cosa, que no me salgo, que no me voy a descansar, que no me salgo si solo va a auscultarle, que lo cojo porque es mi hijo y me da la gana y no lo dejo en la cuna como tantas veces me sugirió. Sólo le quedó etiquetarme de “rebelde”, fue su única salida… porque no podía rebatirme con argumentos. “Debería pasar menos tiempo aquí" (estorbando?), “sálganse por favor”, “deberían dejar que el niño se acostumbre a la cuna pues si le van a operar pasará mucho tiempo en ella…” (qué va, como le van a operar precisamente no necesita los brazos tanto o más que otros niños… debería usted actualizarse…)… Sé que fui su pesadilla, pero me alegro. Porque gracias a eso agilizó los trámites cuando le dijimos que queríamos irnos de aquel lugar, y nos trasladaron a pediatría mientras esperábamos la operación. Es lo único que le agradezco. Gracias a usted pude poner fin a las tres peores semanas de mi vida.

No sé cómo pude aguantar todo aquel tiempo. Supongo que tener a tu hijo en un lugar así hace que aguantes lo que sea. Nuestro caso allí no era ni mucho menos de los peores, desde aquí mando un abrazo a todos aquellos padres que conocimos allí en situaciones parecidas y peores, todos padres coraje… todos niños luchando por la vida… Y a los que cada día siguen llenando los servicios de neonatología...… 

Quiero agradecer a todo el personal del servicio que sí que trabaja cada día sin perder de vista el dolor de los que tenemos que estar allí. Cada pequeño gesto es un respiro para quienes vivimos estas situaciones tan traumáticas. Gracias a ese buen puñado de enfermeras que saben con qué tipo de situaciones trabajan. Y gracias a los jefes de servicio y supervisoras de enfermería de la unidad, que trabajan para que estas cosas mejoren y se pueda reducir tanto sufrimiento innecesario. Poco a poco se irá consiguiendo que los bebés y las familias en estas situaciones tengan el apoyo necesario para sobrellevarlas de la mejor manera posible y sin sufrimientos evitables. Bastante crudas son ya las realidades a las que la vida nos enfrenta. Gracias a todos algún día se harán realidad unos servicios de neonatología más humanos…

Y quiero agradecer también a mi madre y a mi hermana todo el apoyo que nos brindaron esos días, y a las chicas de EPEN y a toda la gente que nos mandó tantos mensajes de aliento que nos daban la vida al llegar a casa... 

Así seguimos esperando la operación...

miércoles, 22 de febrero de 2012

Cambios...

Por fin... nos cambiamos de casa, nos mudamos al campo! Hace tiempo que tenemos ganas de salir de esta ciudad, de respirar otro aire, de vivir a otro ritmo, de frenar... Mañana llega el día. Qué ganas y qué emoción! Cambiamos esta vista:


Por esta otra (no está mal, no?):


Nos vamos a vivir ahí mismito debajo de La Maliciosa... nuestra Maliciosa...
 
Y claro... casa nueva, vida nueva... nuevas rutinas, nuevos vecinos, nuevos ritmos, nuevos paisajes... tenemos  muchas ganas de este cambio, y por fin ha llegado!  

martes, 17 de enero de 2012

El poder del discurso materno, de Laura Gutman

Me está encantando el último libro de Laura Gutman. Estoy descubriendo un montón de cosas interesantes que no lograba explicarme antes. Habla de la importancia que tienen las palabras que se dijeron de nosotros siendo niños, pues eso es lo que nosotros recordamos ahora, no tanto lo que realmente pasó. Y de la misma forma, las cosas que no se nombraron, es como si no hubieran existido y por eso puede que nos pase "algo" y no sepamos porqué.

Así que ya desde que nacimos, nos adjudicaron un personaje, que es el que nosotros luego hemos ido puliendo, sabiendo que al ser "eso" lo que se esperaba de nosotros, si lo hacíamos "bien" obtendríamos la aprobación y por tanto el cariño que necesitabamos. De esa forma, uno es el travieso, otra la tranquila, otro el listo, la caprichosa, el enfermito, el que grita, el que se queja, el que pasa desapercibido, la que protesta, el que no protesta, el bueno, el malo... (ojo, que también los supuestos piropos dichos con la mejor intención tienen trampa... si todo el día le están diciendo a uno que qué bueno es, cómo va a animarse un día a llevar la contraria o a decir "no"?, si todo el día le dicen lo obediente que es, cómo se atreverá un día a no dejar que su jefe le pise?)

Y claro, después de darme cuenta de todo esto... cómo quiero que sea mi actitud hacia mi hijo? voy a caer en ir por ahí diciendo que "es así" o " es asá"? Es tranquilo, es alegre, es un terremoto, es muy listo, es muy vago....??? Qué voy a hacer cuando vuelva a escuchar "qué bueno es"! Cómo gestionar la situación cuando alguien con todo el cariño le coloque este tipo de adjetivos junto con la palabra "eres"?

No quiero obligarle a comportarse de una manera o de otra para conseguir lo que se espera del personaje que le pongamos. No quiero crearle un personaje, quiero que pueda desarrollarse libremente conforme a sus necesidades y a sus descubrimientos, que pueda vivir en un equilibrio entre lo de dentro y lo de fuera, y no tapando lo de dentro para poder gustar afuera. Que sea lo que él quiera ser, no lo que queramos nosotros. Ojalá lo podamos hacer bien, no va a ser fácil...

Y dicho esto, os recomiendo leer el libro, y si no al menos escuchar esta charlita que hizo Laura Gutman en la presentación del libro en Buenos Aires, que no tiene desperdicio:














lunes, 19 de diciembre de 2011

Nuestro parto

Este es el relato de mi parto, de nuestro parto. Estábamos ingresados desde el día anterior, el relato del final del embarazo está aquí.

Después de casi toda la noche en vela, un rato antes de las 6 intento ducharme, un poco de calorcito en los riñones no me vendrá mal, seguro que es que por la tarde no había agua caliente pero ahora sí… vaya, pues tampoco… Así que nada, vuelta a ponerme el camisón y a esperar.

A las 6 en punto, viene Carmen a buscarme, tan cariñosa, cojo las cosas, empiezo a empujar la pelota por el pasillo, llorando. No quiero una inducción… Incluso a ella se le humedecen los ojos y me ayuda con la pelota. Javi nos sigue con mi bolsa de “basura” y todos los demás bártulos, parece que vamos de mudanza.

Me recibe Juan Luis con una sonrisa cálida y un abrazo, pude hablar con él unos días antes y contarle mis desvelos. No puede ser más cariñoso explicándome cómo va a ser todo. Me enchufa el gotero a la vía que llevo puesta desde ayer y que vaya noche me ha dado… Lo deja al mínimo. Vamos poquito a poquito. Muy despacito, a ver qué tal… Siempre tranquilo, siempre sonriente, siempre respetuoso. Ha conseguido arreglarlo para ser él quien me reciba esta mañana, no puedo estar más agradecida. La auxiliar, Magda, otro amor que me cuida hasta el cambio de turno. Me dice que vamos a empezar con monitorización externa, que no me van a romper la bolsa directamente y respiro hondo, el latido de mi peque se registra bien así que vamos a ganar otro ratito juntos…

La cosa va despacio, ya empiezo a notar contracciones, empiezan a ir más seguidas pero son muy flojitas. Les agradezco que sigamos poco a poco. Me preguntan por la luz, yo prefiero estar a oscuras así que bajamos la persiana y no hay inconveniente. Al pasar las horas amanece y se hace de día pero yo sigo a oscuras, en mi cuevita. La sala es cómoda y silenciosa. Javi y yo estamos solos casi todo el tiempo, sólo a veces entran a ver qué tal.

Poco a poco van subiendo el gotero, pero muy despacito, yo voy encajando muy bien las contracciones, que cada vez son más seguidas y un poquito más fuertes. No quiero que me haga por ahora ningún tacto y no me lo hace. Cada una de las olas la respiro relajada, hasta que pasa. Me siento cómoda en la camilla con el respaldo medio incorporado. Tengo allí la pelota, pero estoy tan a gusto con la música y los ojos cerrados en la cama, en mi mundo. Javi es el que se entera de todo, habla con ellos y luego conmigo al oído.

El corazón de mi pequeño va bien. Sólo al principio hizo un extraño pero desde entonces va perfecto. Está aguantando la oxitocina como un campeón, él que estaba ahí tan a gustito…

Después de unas horas cambia el turno. Digo adiós a mi ángel de la guarda y saludo a quien será la matrona de mi parto, Cristina. Gracias Cris, te lo digo otra vez y nunca serán suficientes. Que buen ojo tuvo mi hermana. Ella supo qué necesitaba yo, y ahí estabas tú… La mezcla perfecta de empatía, asertividad, calidez, cercanía, y humor. Nos presentamos, me das espacio para hablar de cómo me siento, de lo que necesito, de lo que espero, tú escuchas. Me siento tranquila, confiada y capaz.

Sigo en mi nube, respirando las olas que van y vienen. La música que me relaja, a tope en los cascos, no oigo otra cosa, no veo otra cosa porque tengo los ojos cerrados. Para mí sigue siendo de noche aunque hace rato que ha amanecido. Las contracciones son ya fuertes, pero las respiro despacio como me enseñaron Sandra y Pilar en el taller de hipnonacimiento y tranquilamente van pasando. El gotero de oxitocina ya no está al mínimo, pero las voy encajando. No sé qué hora es. Estoy en mi planeta parto.

A ratos me despejo, a veces me apetece desconectar, otros ratos me apetece reír, con Cristina y con la nueva auxiliar, Azu, tan cariñosa también, es fácil. Mi hermana, entra de vez en cuando, mira el monitor, me sonríe, todo va bien, su cara me da confianza. Javi me acompaña todo el rato, me acaricia, me susurra palabras que me dan ánimo, somos un equipo…

Una pandilla de 3 gines entran de vez en cuando en tromba, rompiendo este hechizo. Mujeres, para más inri. Dos de ellas estudiantes, para empeorar el panorama, (estas son las gines de la próxima hornada… puf, mal vamos). Necesitan hacerme saber que están ahí, sacarme de mi burbuja. Hablando alto, sin cuidado, como en la cola del supermercado. Las colgaría de un pino o de la percha del gotero. Caras arrugadas, esto va muy despacio… ( no nos olvidemos que el expulsivo será en quirófano con los gines y estamos a viernes a mediodía…) “todavía no está rota la bolsa?” dice delante de mí… “hay-que-romper-la- bolsa”. Esta frase iba a caer en cualquier momento, y yo, en vez de sentir miedo, siento agradecimiento a mi matrona por haberme dejado disfrutar de mi bolsa intacta todo el rato que ha sido posible. Y sin embargo, es así de triste. Que estando todo bien, que estando la monitorización bien, el corazón de mi niño bien, yo bien, todo bien… hay un límite de tiempo. No puedes estar aquí todo el día, no tienes el tiempo que necesites para parir. No sólo te provocamos el parto antes de tiempo, sino que además  marcamos el ritmo y metemos prisas. Algún día esto pasará a la historia dentro del libro de “prácticas obstétricas obsoletas e irrespetuosas” y dejará de hacerse por protocolo en todos los hospitales. Algún día entenderemos que el cuerpo de la mujer es sagrado y tiene sus propios ritmos. Que el bebé que nace es sagrado y merece nuestro respeto en el momento más importante de su vida. Que sólo se debería intervenir en un parto si algo va mal, y este no era nuestro caso. Esto me pone triste, pero no me vengo abajo. Sé a lo que venía. Sabía que esto iba a pasar, en este lugar no iba a poner yo las reglas.

Así que cuando salen, y después de contarme tranquila y detalladamente en qué consiste lo que me va a hacer, dejándome llorar un rato para elaborar mi pequeño duelo, y tras esperar mi consentimiento, Cristina me rompe la bolsa. Aún con todo el cariño, me siento violada. Me duele. Es mi bolsa, nuestra bolsa. La membrana que aún protege a mi hijo, que no ha querido romperla todavía. Empieza a salir el líquido calentito en el que mi niño flotaba. Y cambio de monitor. Ahora ya interno. Una pinza en la cabeza de mi niño, varios cables me salen de entre las piernas. No puedo describir cómo me siento. Me retumba en la cabeza la idea de que este parto podría y debería haber sido respetado en sus tiempos. Que el corazón de mi niño estaba funcionando bien y sólo debería ser muy bien vigilado una vez fuera. Me da escalofríos con qué ligereza he oído hablar con anterioridad de la monitorización interna, y lo que realmente supone, una profanación de algo sagrado si no es absolutamente necesaria.

Sigo respirando las olas que van y vienen, cada vez más fuertes, ahora ya más fuertes, pero vuelvo a estar tranquila y van pasando despacio.... Sigo confiando en mí y en las personas que me rodean. Javi y Ana, Cristina y Azu. Se respira amor y tranquilidad en la habitación. Tengo muchas ganas también de ver a mi pequeño, tras estos 9 meses de sentirlo moverse dentro de mi tripa. Conocer ese codo, ese puño, y ese pie que sentía y hasta veía moverse. Conocer su carita. Mi Diego… ya falta poco…

De repente, viene una contracción que me parte, no la aguanto. No sé si será solo ésta o habrá más así... La siguiente es igual. Así no lo voy a aguantar, no necesito otra para saberlo, quiero la epidural. Cristina me hace un tacto, he llegado a 5 cm! Toda una proeza con la oxitocina en vena... Me acuerdo de Pilar y su hipnonacimiento, cuánto me ha ayudado… Todo es muy rápido, viene el anestesista, pinchazo certero, efecto al instante, la siguiente contracción ya no la noto.

A partir de aquí es muy distinto. Más difícil seguir en el planeta parto. Ya no duele. Ahora las contracciones las noto en el monitor. Cómo añoro mi parto soñado… Me cuesta permanecer presente en las contracciones, acordarme de mi bebé que él sí que las está sintiendo. Me distraigo fácilmente, estoy más de conversación. No me gusta. Y me da pena que esto se interprete como un avance para las mujeres. Sí, menos dolor, pero yo ya no estoy donde tengo que estar, acompañando a mi niño, ahora soy una observadora más… Vuelvo a colocarme, yo ya sabía a qué venía, ya sabía que esto iba a pasar, conocer la situación varias semanas antes del parto nos permitió venir con el duelo ya medio elaborado, aunque aún a ratos me revuelvo contra el sistema. Pero no me queda otra. Trago. Desde luego, vaya lección me trae este peque, con lo que me cuesta a mí tragar… Todavía no conozco la cara de mi nuevo maestro y ya me está haciendo aprender…

Tengo las piernas dormidas, ahora ya aunque quiera no me puedo levantar. Si tengo que hacer pis alguien me lo dice y me lo hace. Yo no siento nada. A veces noto la tripa dura en las contracciones, y no me duele, y pienso cómo mi pequeño sí las nota, intento acompañarle pero estoy como fuera…

Me preguntan que si quiero hablar con la pediatra, para saber qué va a pasar después… yo estoy en un momento delicado, no me encuentro con fuerzas, no quiero pensar en eso ahora… digo que no. Al rato me arrepiento, cómo no voy a querer?, claro que quiero saber qué va a pasar! Le dicen que venga. Cuando viene la doctora me explica escueta y fríamente (otra que faltó a las clases de Empatía y a las de Cómo hablar a una mujer que está de parto), y yo no estoy muy lúcida para hacer preguntas… no me entero mucho, bueno, que hagan lo que tengan que hacer… Además, con esa cara de vinagre no me resulta fácil pensar qué quiero preguntar… Después supe que la cara de vinagre era porque estaba contrariada por mi cambio de opinión… cachis!.

Poco a poco la cosa va avanzando… se acerca el momento. Aparece otra gine mirando el reloj y preguntando cómo va el tema, “habrá que ir yendo para el quirófano, no?” “Sí, falta un poco, ahora subimos…” Y con mirada cómplice alargamos otro ratito más… Cuanto más estemos en esta habitación, menos papeletas tendremos para la cesárea… Cuando nos quedamos solos los cuatro otra vez, Cristina me dice con una sonrisa: “Estas completa, vamos a empujar un poco”. No me lo creo… ya? “Sí, empuja un poco, ahora!, si empujamos aquí un poco habrá que empujar menos en el quirófano…” Ella y Ana me van diciendo cuándo empujar y cómo. Yo que había preparado mis respiraciones para este momento, las tengo que dejar a un lado y ponerme a empujar con todas mis fuerzas. Con la epidural y el cronómetro no me queda otra. Por lo menos vamos a intentar escapar de la cesárea…

Parece que la cosa marcha y ya se ve la cabecita de Diego, qué emoción… casi no me lo creo, lo voy a parir! Me voy a librar de la cesárea! Pregunto a Cristina si podrá no hacer episiotomía y con su cara me dice todo. Sabe que no la quiero y siento que a ella le va a doler hacérmela. Pero con la dilatación exprés y las prisas que habrá en el quirófano ya sin monitorización me temo que va a ser imposible. Y así es como me llevé la episiotomía de regalo, trato de verlo como un mal menor aunque a día de hoy, casi 9 meses después aún la noto a veces. Trato de integrar esa tristeza en el maremágnum que me abarrota la cabeza en esos momentos… Voy a ver la cara de mi pequeño, vamos a saber cómo está, va a empezar una nueva vida para nosotros y va a empezar en un contexto muy difícil, en un box de neonatología… al lado de todo eso, en ese momento la episiotomía casi no es nada y sin embargo, de todas esas cosas es la única que sigue hoy conmigo… Mi herida de guerra. Una cicatriz mi pequeño y otra yo. Una herida física ya cerrada y una herida emocional que va sanando poco a poco, que cada vez que escribo duele un poco menos…

Me montan en una camilla y tapada recorro el camino que lleva al quirófano. Todo el mundo me saluda al pasar por el control, me sonríen, me animan, todos ahí fuera están al corriente de todo… siento toda esa energía que me da ánimos, estoy en una nube… Pasillo, ascensor, pasillo, empiezo a ver gente con batas blancas, verdes, rojas, esto debe ser el quirófano, sólo les veo los ojos, me miran expectantes al pasar, me cambian de cama, me quitan unos cables, me ponen otros, al principio hay mucha gente pero al rato ya solo quedan unos poquitos. Alguien les ha pedido que no se armara mucho jaleo y debe de haber menos de lo habitual. Cristina y Ana ya están con sus gorros para terminar el parto, la gine ha dicho que lo podían acabar ellas y en silencio se lo agradezco. Y también le agradezco que haya dejado que Javi pase conmigo al quirófano.

Dentro del estrés del momento me siento bien. Me siento tranquila. Mi pareja y mi hermana están conmigo en este momento. Voy a poder hacerlo aunque no esté en mi casa en mejores circunstancias, voy a necesitar ayuda pero la voy a tener. Me van a ayudar. Reconozco los ojos de una de las gines que se quedan, de una de las consultas, una chica muy agradable y pienso que es una buena señal.

Me vuelven a decir que empuje. Ya no tengo la epidural puesta pero sigo sin sentir nada, no sé qué está pasando al otro lado de la tela, sólo hago lo que me dicen. Empuja ahora! Un gine se apoya en mi tripa y empuja a la vez que yo. Al final un buen pack, Kristeller incluida. Y sin embargo, no me molesta. En realidad es que no siento nada. Estoy agotada de empujar sin respirar. Pero ya no falta nada.

Después de unos empujones más, es mi hermana quien recoge a Diego y me lo da. No puedo describir lo que sentí en ese momento. Mi hijo! Lo había parido! Mi tripa estaba intacta. Era tan bonito, tan tierno, tan vital, tan fuerte… mi campeón. Con su corazoncito a la remanguillé dándome lecciones desde antes de nacer… Lo tuve cogido mientras cortaban el cordón, unos segundos, muy pocos, hasta que se lo llevaron. No podía dejar de gritar “pero qué bonito es!, qué bonito es! Mi niño, qué bonito es!!...qué bonito es!!! Qué bonito es! Que-bo-ni-to-es!”


Con un nudo en la garganta y los ojos abarrotados de lágrimas me venían a la cabeza las monstruosas imágenes que me había imaginado cuando nos hablaban de las “otras posibles patologías asociadas a la cardiopatía que no se descartan y se verán al nacer” y no podía parar de gritar “pero qué bonito es!!”

Se lo llevaron para observarlo en la habitación de al lado (y no podrían haberlo hecho allí conmigo? Aún me lo pregunto…) Al ratito, pude tenerlo en mis brazos unos minutos más. Alguien me lo trajo ya sin su grasita, colorado de haber sido frotado, de haber llorado, y me lo puso encima y mi niño se calló. Sabía que estaba con mamá. Pero aquello duró un par de minutos a lo sumo, porque otra vez se lo llevaron, y esta vez estuve sin verlo ya mucho tiempo, aquí empezaba nuestra separación obligada. Era necesaria una observación, aunque sigo pensando que se hubiera podido y se puede hacer mucho menos dramático para los dos si se quisiera. Menos doloroso. Menos antinatural. Claro que con una cardiopatía la excusa está fácil. Y si no, siempre está la de que no hay infraestructuras, no hay espacio… muchas barreras mentales que romper aún…

Pasé la siguiente hora de vuelta en la habitación, pero ahora sola y vacía. Seguía llorando de emoción y de tristeza, no tenía a mi niño en brazos, no estaba mi pareja para acompañarme en ese momento tan duro, no podía hablar con nadie. Las persianas subidas, de repente era de día, de repente había luz, eran las 5 de la tarde, la habitación parecía otra. Yo ya sabía que esto iba a ser así y que iba a ser duro pero eso no me aliviaba. Cogí un cuaderno, y, aunque la mano me bailaba aún del esfuerzo, conseguí escribir y me salió esto:


Continúa aquí

Pero no quiero dejar de agradecer aquí a todas las personas que hicieron que me sintiera apoyada, que me animaron, que me respetaron, que me ayudaron, que me sonrieron...

A Ana, gracias por acompañarme a pesar de nuestras dificultades y por todo lo que te esforzaste en que yo tuviera un parto lo más parecido posible a lo que quería, hablando con todo el mundo y rodeandome de personas cariñosas...
A Cristina y Azu, Juan Luis y Magda, por vuestro cariño...
A Patri, Sara, Carmen, Asun, a todas las compañeras de mi hermana que siguieron toda la historia y echaron un cable ese día desde la retaguardia...
A todas las personas del servicio de preparto, del paritorio, y del quirófano que pusieron su granito de arena ese día.
A Anabel, porque no pudo ser pero habría sido maravilloso. Y por esa sonrisa que me encontré por sorpresa cuando iba en la camilla para el quirófano y me dio tanta fuerza...