domingo, 5 de noviembre de 2017

El ingreso de Pablo

Aunque tratamos de esquivarlo lo más posible retrasando la vuelta de los mayores al cole después de navidad, llegó el día en que agotamos todos los días de la baja, y los de vacaciones del padre y de la abuela... y fueron 3. Tres días desde que fueron al cole hasta que tuvimos la gripe en casa. Pablo tenía casi 2 meses. Sólo dos meses desde que nació. La gripe se complicó y el pequeño vivió su primera bronquiolitis.

Nunca habíamos tenido una bronquiolitis, y la verdad es que impresiona cuando ves al bebé con dificultad para respirar, hundiendosele las costillas cada vez que coge aire.

Fuimos para el Hospital de Villalba, entramos en urgencias. Ibamos asustados. Nuestra experiencia con el trato en otros hospitales no había sido buena. Y sin embargo, sólo tenemos buenas palabras para el servicio de pediatría del hospital de villalba.

Después de varias visitas en varios días seguidos, que parece que mejora, que no, que otra vez no respira, que quedaros un rato en observación, que volved mañana... al final nos dijeron que había que ingresar. Se me puso un nudo en la garganta. En parte, por el susto de que el niño estaba pasandolo mal. En parte, porque tenía a los otros dos en casa con 39 de fiebre, con su abuela y preguntando que cuando vuelvo. En parte, porque se me agolparon en la cabeza todas las imágenes del ingreso de Diego. No me lo puedo creer, este capítulo lo habíamos superado... No podía parar de llorar. Pero bueno, toca apechugar, la vida a veces es así, y de alguna manera nos sirvió para ver que en estos años las cosas han cambiado. Al menos en algunos sitios. Un rato de llorera, y otra vez a hacerse fuerte, que Pablo nos necesita a tope.

El lugar, tan parecido al otro, la misma habitación, los mismos dibujos en la pared, la misma disposición, la misma cuna.... y sin embargo, todo taaaan diferente...

Cuando les planteamos que después de investigar, no queríamos dar al niño una medicación que nos ofrecían para la gripe, nadie se ofendió, nos dieron más papeles, respondieron todas nuestras preguntas, comprendieron nuestras dudas, nos respetaron en todo momento.

Cuando nos vieron con el niño en el fular, nos animaron a seguir porteandolo, pues "ahí es donde mejor está y más tranquilo". " No le despiertes, que le tomamos las constantes ahí mismo", o "no te preocupes, está dormido? venimos dentro de un rato, mejor..."

Cuando nos abrieron la habitación, se preocuparon de que yo también estuviera cómoda, de que durmiera bien, de que pudiera dormir con el niño. Ah, si colechais con él, genial, podeis hacerlo así y asá... y pude dormir con él en el sofá, a pesar de los cables, igual que si estuvieramos en casa, tumbado a mi lado, la única manera de coger el sueño tranquilo...

Cuando por la noche venía el cambio de turno, las enfermeras entraban sin hacer ruido, sin dar la luz, y respetando el descanso del niño y el mío.

Cuando nos preguntaban qué tal iba comiendo, apoyo sin fisuras a la lactancia materna...

En ningún momento me sentí cuestionada, más bien al contrario, sentí que les interesaba cómo estaba yo, cómo veía yo al niño para ayudarles en su valoración. Cómo les contaba yo que habíamos pasado cada noche. Cuando pasaban los pediatras, me sentí en todo momento como una igual. Me sentí cuidada. El trato cercano, respetuoso, la información muy accesible y muy clara.

Un ingreso al final es agotador, y en esta ocasión con los otros dos malos, el padre yendo y viniendo, la abuela en casa y yo con el pequeño, esta gripe nos pasó por encima y nos dejó ko.

Y sin embargo, el recuerdo que tengo de este episodio no es malo. Quiero agradecer a todo el servicio de pediatría de este hospital, la gran labor que hacen. No sólo por los niños, si no también por sus familias. Ojalá pronto esto sea una realidad en todos los hospitales.






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